Un lugar imprevisible

Lugar: ex Parakultural (Venezuela 336).

Si hay un emblema del under de los 80, ese es el Parakultural. Espacio multipropósito (se diría hoy) en el que cualquier cosa podía pasar. Ahí se produjeron algunas de las innovaciones teatrales más potentes de la década, con artistas como Batato Barea, Alejandro Urdapilleta, Las Gambas al Ajillo Humberto Tortonese, Susana Cook y Los Melli.

Pero por el sótano alquilado por Omar Viola y Horacio Gabin en el edificio donde hoy funciona el Sindicato de Encargados (Suterh) anduvieron también algunas de las bandas más importantes de la escena del rock, como Los Violadores, Sumo, Los Redondos, Todos Tus Muertos, Los Fabulosos Cadillacs, Virus, Celeste Carballo, Trixy y Los Maniáticos, Comando Suicida o Don Cornelio y la Zona, entre muchos otros.


La regla en el Parakultural era la falta de reglas, una libertad absoluta cercana al descontrol que cada tanto recibía las visitas intimidantes de la policía. “Era un sótano lleno de humedad, pero que tenía mucha magia y un poder especial”, recordó Omar Viola en La Nación muchos años después. “Se vivía como un destape, porque había mucha necesidad de expresión. Veníamos de mucho tiempo de represión y el lugar era un espacio para la libertad total. Me acuerdo que al mes de haber abierto tuvimos la propuesta de Poli y Skay, que querían tocar con los Redondos. Siempre fuimos un foco de atracción a todo lo nuevo, porque era un lugar imprevisible, llevado al extremo, donde pasaban cosas brutales todo el tiempo”.


Me verás volar

Lugar: Museum (Perú 535).

Y un día volvieron. El 20 de septiembre de 2007, Soda Stereo lanzó con un minirecital y una conferencia de prensa en el Club Museum la gira Me Verás Volver, en la que el trío se reunía después de exactos diez años. Ese día, sin que nadie lo esperara, arrancaron tocando “Sobredosis de TV” y “En la ciudad de la furia” antes de las preguntas.

La gira arrancó el 15 de octubre en River y después de dar una vuelta por ocho países americanos y por Córdoba, volvió a Buenos Aires para coronar una seguidilla de cuatro estadios Monumental, récord para el rock argentino.

Museum no era un lugar extraño para Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti. De hecho, el enorme edificio diseñado por Gustave Eiffel (sí, el mismo de la torre de París) había sido el principal escenario interior donde grabaron el videoclip de “La ciudad de la furia”, en 1989. El video, dirigido por Alfredo Lois, fue finalista en los premios MTV.




Como por primera vez

Lugar: ex Mvseo Rock (Pasaje San Lorenzo 356).


En septiembre de 1993 nació en el pasaje San Lorenzo un reducto que rápidamente se convertiría en un bastión del rocanrol en la ciudad. Eran tiempos en donde el rock estaba siendo desplazado de los boliches, y las bandas no encontraban muchos lugares para tocar.

Como público o como músicos que se iniciaban en el escenario, los integrantes de muchas bandas que explotarían a fines de esa década o comienzos de la siguiente pasaron por ahí, como quedó plasmado en “Tratando de olvidar” (Rocanroles sin destino, 2004), de Callejeros.

“Estoy tan lejos tratando de olvidar, tomando vino y fumando frente al mar. No tiene cura esta gran enfermedad. Estoy tan lejos tratando de olvidar que nos conocimos en San Telmo, en el viejo Museo Rock, donde todo se hacía como por primera vez. Fue en el baño dónde vos me hiciste arder, desde el tabique hasta la punta de los pies. Nos amamos, pero pronto se acabó, como se acaban las cosas que te hunden al dolor.”

Mvseo Rock estuvo diez años en San Telmo. Después de un breve paso por Caballito, finalmente se instaló en el rincón oeste de la ciudad, en Liniers, pero aquellos años en el pasaje quedaron para la historia. 


Mil veces San Telmo

Con apenas 1,2 kilómetros cuadrados de superficie, San Telmo es el barrio más chico de Buenos Aires. Pero si te ponés a buscar, es impresionante la cantidad de temas que lo nombran. Debe ser el barrio con más versos de rock por metro cuadrado de la ciudad. Estos son apenas algunos…

¿Cómo no arrancar la enumeración con “San Telmo”, el minitema que los Redondos incluyeron en Lobo suelto/Cordero atado que tiene una cita de "Héroe del Whisky"? Se puede seguir por “No te mueras en mi casa” de Charly García (“No sé qué mierda pasó en San Telmo…”), “San Telmo Harlem” de Javier Martínez o “139 Lexatins” de Fito Páez (“estoy bien, estoy feliz, tengo miedo, San Telmo sin
ti”) o “Uriel, de San Telmo a Salsipuedes” (Hilda Lizarazu).


También de aquellos que caminaron, y mucho, las calles del barrio, como “Cinco Magníficos” de Sumo (“Y yo soy artesano, y por San Telmo voy, pero en realidad soy de Chivilcoy”), “Sir Margarita Yourcenar” de Celeste Carballo (“Cuánta muerte hay por San Telmo. Cuánta vida quedará”) o “Mariscal Tito” de Bersuit (“Sos un repartidor del Dios que amamos paseando por San Telmo”).

En los 90 y 2000, el barrio ofreció un circuito de bares y tugurios en los que surgieron o se consolidaron decenas de bandas. Por ahí pasaron Los Piojos (“Genius”: “desde Holanda vino el bohemio y te cruzo en San Telmo”), Callejeros (“Tratando de olvidar”: “Estoy tan lejos tratando de olvidar que nos conocimos en San Telmo”), Jóvenes Pordioseros (“Maldito San Telmo”), La 25 (“Hacelo de nuevo”: “En San Telmo ayer perdí pero mañana iré por más”), La Perra que los Parió (“Candombe de la tarde”: “Por San Telmo voy recordándote”), Sancamaleón (“Iggy Pop de San Telmo”) o De la Gran Piñata (“De bar en peor”: “En San Telmo resbalé, cáscara de bandoneón, y de jeta al piso”).

Además, claro, está en el título de un disco: El marajá de San Telmo, un EP de Panza.

Blues todo el día

Lugar: Humberto Primo y Defensa.

Celeste Carballo tuvo durante años su sala de ensayo en San Telmo. Más de un tema suyo retrata el paisaje del barrio, como “Sir Margarita Yourcenar” (“Cuánta muerte hay por San Telmo. Cuánta vida quedará”) o como “5 y 20”, crónica a ritmo de blues cabalgante de una noche eterna en el barrio, pululando por los reductos de Humberto Primo.

“Blues todo el día por aquí. Llevo la guitarra, me acompaña. Me gustaría verte más cerca que en un film caminando por aquí”, comienza el tema, incluido en Tercer infinito (1998). Casi jadeando, con la voz llena de deseo, CC imagina: “En las cuevas de San Telmo todo empieza a arder. Jamás vi tanto fuego en la plaza Dorrego. Bajando Defensa, muchos por subir. Yo te quiero ver aquí”.


El primero de los Redondos


Lugar: Estudio La Casita de mis Viejos (Estados Unidos 629).

La casona de los Vitale, en Estados Unidos entre Perú y Chacabuco, era desde mediados de los 70 un bastión del arte independiente en años en que la autogestión era toda una rareza. Guiados por Donvi (Don Rubens Vitale), se había formado allí Músicos Independientes Asociados (MIA). Ahí militaban en forma cooperativa Lito y Liliana Vitale, Alberto Muñoz, Verónica Condomí y Juan del Barrio (tecladista que tocará después con Spinetta), entre otro medio centenar de músicos que incluyó a Mex Urtizberea.
                                                         
En ellos se inspiró La Negra Poly para imaginar un futuro independiente de las grandes discográficas para Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. La sintonía llevó a los llevó a grabar en el estudio que los Vitale tenían montado en su casa el primer disco de la banda. Gulp (1985) contó con Lito Vitale como operador y músico invitado en los teclados en clásicos como “La bestia pop”, “Yo no me caí del cielo”, “Superlógico”, “Ñam fri frufi fali fru” o “Criminal mambo”.

Muchos años después, por aquella conexión Lito Vitale consiguió lo imposible: que el Indio participara de un compilado cantando un tema de otro. En el disco Escúchame entre el ruido (2006), homenaje por los 40 años del rock argentino, Solari cantó “El Salmón”, de Calamaro.

“Tuvo muy buena onda –contó Lito al diario La Nación–. Le mandé una invitación por mail, un poco en broma recordándole la cantidad de veces que toqué para los Redondos y diciéndole que ahora necesitaba que él cantara un tema en un disco que iba a salir a través de mi sello y distribuido por la misma gente que lo hace con su material, es decir, con las dos o tres condiciones que sé que él pone, como que no hubiera multinacionales de por medio y todo eso. Le sugerí que hiciera un tema de Calamaro y él eligió ‘El salmón’. Lo grabó en su estudio y nunca le vi la cara, pero en definitiva lo que hizo fue espectacular. El Indio es como la gran figurita difícil, porque en general no hace versiones de otros músicos.”


“La barra nos perdonó la vida”


Lugar: Pizzería Pirilo (Defensa 821).

Las cosas que contaría si Lo de Pirilo (bastión si los hay de la pizza de parado, el moscato y las servilletas de papel de envolver) tuviera boca para hablar… Seguro que contaría, entre otras cosas, sobre ese día de 1982 en que asistió al primer cruce entre Pipo Cipolatti y Daniel Melingo, punto de partida de lo que pronto serían Los Twist.

“Pipo entró en dúo con Gerardo D’Ambrosi, [un amigo] que lo acompañaba en guitarra”, recordó Melingo en una charla con el diario Página 12. “El ingreso fue como si fuera un western, a través de una puerta vaivén. Había una barra en la esquina muy pesada, que entró detrás de ellos con cara de pocos amigos. Pipo se puso a cantar, y la muchachada empezó a entusiasmarse y a mover los pies. Era ‘Pensé que se trataba de cieguitos’. Para alivio y sorpresa de todos hubo final feliz: la barra acalorada nos perdonó la vida y se retiró. Nos presentamos, y yo le conté que tenía un proyecto con Fabiana Cantilo y El Gonzo [Gonzalo Palacios] que se llamaba Chacarita Twist. El resto es historia.”


Cosas grandes en Luz y Fuerza


Lugar: Teatro Luz y Fuerza (Perú 823).


Eran todos acústicos y todos principiantes. Ninguno había sacado un disco. Miguel y Eugenio, un dúo de Castelar que después sería base del grupo Aucán. Charly García y Nito Mestre, ya Sui Generis, ya percibían que estaban creciendo rápidamente. León Gieco, el joven santafesino que había empezado a componer inspirado en Bob Dylan.

A fines de 1971 o principios de 1972 compartieron la noche en el Teatro Luz y Fuerza, en Perú 823, San Telmo. Se suponía que Gieco cerrara la noche. Pero las cosas pasaron de otra manera. “Cuando estaba por empezar el concierto, me dijeron que Sui Generis no iba a poder tocar porque el pianista no estaba, no había llegado –contó León a Página 12–. Entonces tuvimos que tocar nosotros primero, y recién ahí fue cuando apareció Charly: en realidad estaba desde antes pero se había escondido para poder cerrar el show él. Una turrada, pero también una cosa divina. Yo me di cuenta al instante, pero no pensé mal, porque me dije que un tipo que, siendo nadie, era capaz de una movida así, iba a terminar haciendo cosas grandes...”

Ese día se conocieron. Cuando lo vio tocar, León soñó con tener a ese pianista genial y carismático como tecladista de su grupo. Le duró poco, claro. Después de todo, sabía íntimamente que estaba para “cosas grandes”. Algo de razón tenía.